La quimioterapia pueda afectar a la piel (afectación local o generalizada) y a los anejos cutáneos (uñas, folículos pilosos). Aunque esta toxicidad normalmente no implica gravedad, es muy importante su manejo ya que afecta a la calidad de vida del paciente al influir sobre su imagen corporal.
Es la inflamación de la pared interna de una vena secundaria a la administración intravenosa de los fármacos.
El paciente nota dolor en la zona de la vena, caliente, eritematosa y en ocasiones se palpa una zona indurada. A veces puede producirse también asociada trombosis de la misma e incluso febrícula (algunas décimas de fiebre).
Tratamiento:
Es aconsejable la administración de un analgésico como el ibuprofeno, paracetamol, etc. para aliviar el dolor. La administración de medidas locales (calor o frío dependiendo del fármaco administrado) también pueden producir alivio.
Ocurre cuando los fármacos quimioterápicos entran en contacto directo con los tejidos circundantes durante su infusión intravenosa.
La gravedad depende del fármaco y de su concentración. Así pueden producir desde una ligera reacción inflamatoria local o flebitis dolorosa hasta destrucción de tejidos (necrosis tisular) que puede llegar a dañar músculos y nervios en la zona afectada.
Tratamiento:
Es un efecto secundario de determinados fármacos quimioterápicos, entre ellos cabe destacar la capecitabina y la doxorrubicina liposomal pegilada. Se caracteriza por la aparición de hormigueos y alteraciones sensitivas (disestesias) en las palmas y en las plantas, seguido de edema y eritema simétrico, intenso y bien delimitado. Progresa a descamación, ulceración, infección y pérdida de función. Puede llegar a superficie dorsal de extremidades, región inguinal y axilar, labios, incluso genitales.
Tratamiento:
Interrumpir o disminuir el fármaco implicado. También se pueden usar corticoides y piridoxina con resultados variables. Suele curar en 2-4 semanas tras finalizar el tratamiento.
Consejos: